14.02.2022 | Química y lifestyle
La química del amor: no eres tú, son mis neurotransmisores
¿Alguna vez te has sentido conectado con una persona de una forma que ni tú mismo te explicas? Cualquiera que se haya enamorado sabe que el amor trae consigo sentimientos intensos, caóticos, a veces incluso contradictorios. No es que nos hayamos vuelto locos, es que al enamorarnos hacemos estallar un cóctel de químicos que revolucionan nuestras emociones.
Quizás te parezca que al reducir nuestros sentimientos al proceso químico del enamoramiento se pierde toda la magia pero la química del amor entraña un universo de reacciones eléctricas e impulsos nerviosos capaces de hacernos sentir las emociones más fuertes.
La química del enamoramiento
Toda esta tormenta de sentimientos tiene su origen en un enamoramiento químico. Cuando nos enamoramos nuestro cuerpo empieza a segregar compuestos químicos en cantidades industriales. Estos nos pueden hacer sentir un subidón de energía, excitación y felicidad o, por el contrario, el bajón más absoluto y doloroso. Como si fuera una droga, la química del amor puede hacer que incluso tengamos el mono de alguien. De hecho, estas respuestas son muy similares a las que producen la cocaína, los opiáceos y los trastornos obsesivos obsesivos.
Primera fase de la química del amor: se enciende la hormona del amor
El proceso químico del enamoramiento empieza por la atracción pero ¿qué es exactamente lo que nos atrae de la otra persona? Cada uno de nosotros tenemos unas preferencias diferentes y muchas veces inconscientes. Nos suelen gustar personas parecidas a nosotros, que tengan un grado de inteligencia similar, sentido del humor y valores parecidos, etc. Pero hay muchas personas así y obviamente no nos enamoramos de todas ellas.
Lo cierto es que poco puedes hacer para controlar quién te atrae y quién no porque el enamoramiento químico empieza en un ámbito invisible e imperceptible: nos sentimos atraídos por aquellas personas con sistemas inmunitarios diferentes al nuestro y es su olor, del que no somos conscientes, el que nos guía. La razón tiene que ver con nuestro instinto reproductivo: la descendencia de una pareja con sistemas inmunitarios muy distintos tendrá una carga genética más variada.
Aunque muchas veces la sociedad e incluso nuestras expectativas personales van por otro camino, nuestro cerebro ha evolucionado para facilitar al máximo posible la reproducción. Y el amor lleva a ella. Por esta razón, cuando nos enamoramos liberamos sustancias químicas que nos hacen sentir tan bien.
- Dopamina: la droga del amor
La dopamina es un neurotransmisor que nos hace sentir placer y euforia al estar con la persona amada. Tiene un potente sistema de recompensa y por eso nos crea la “necesidad” de estar con esa persona. Curiosamente, es el mismo neurotransmisor que se activa con los juegos de azar y con las drogas. Tanto en el amor como con la droga, cuando la dopamina desaparece aparecen el mono, la tristeza y la obsesión.
- Norepinefrina: empieza la montaña rusa
La norepinefrina nos da un chute de adrenalina, una hormona muy simpática que hace que el corazón nos late más rápido, suba la presión arterial, nos suden las palmas de las manos y nos ruboricemos. Por si fuera poco, da pie a toda esa montaña rusa de emociones que sentimos cuando nos enamoramos y que hace parecer que hayamos perdido la razón. Nos hace sentir tal sensación de alegría, efusividad e incluso nerviosismo desproporcionado que llega a desactivar las sensaciones de hambre y de sueño. Gracias a la norepinefrina dejamos de pensar con claridad y, sin darnos cuenta, hemos reducido nuestro mundo a una única persona: nos hemos enamorado.
- Feniletilamina, ¡qué intensa eres!
Ahora que el proceso químico del enamoramiento está más avanzado, hay una sustancia que inunda tu cuerpo y te domina por completo: la feniletilamina. En términos gastronómicos, la feniletilamina es la sal sobre el filete, el parmesano en el plato de pasta. Como el sabor umami, este neurotransmisor lo vuelve todo más intenso. Se combina con el resto de compuestos de la química del amor y nos hace sentir increíblemente felices, optimistas y motivados.
A estas alturas ya no te sorprenderá saber que la feniletilamina es de la familia de las anfetaminas. Pero, tranquilidad, no hay que estar enamorado ni cometer un delito para tener tu dosis de feniletilamina: el chocolate es famoso por sus altos niveles de esta sustancia. Por eso es tan típico darse un atracón de chocolate después de una ruptura.
Segunda fase de la química del amor: conexión entre hormonas
Sin duda, los neuroquímicos que hemos mencionado dominan la etapa más pasional del enamoramiento. Por supuesto, durante esa primera fase también están presentes otras sustancias químicas pero adquirirán un mayor protagonismo cuando el deseo, los nervios o incluso la obsesión por la otra persona empiecen a descender: es el momento de afianzar el vínculo entre la pareja.
Además del enamoramiento químico, en esta fase también influyen factores orientados al compromiso y la estabilidad.
- Oxitocina: los abrazos también tienen química
La oxitocina nos ayuda a forjar lazos permanentes con nuestra pareja y se libera con el contacto físico, sobre todo durante el orgasmo. Cuando nos cogemos de la mano, nos abrazamos o nos besamos nuestro cerebro nos descarga un chute de oxitocina, haciendo que nos sintamos más unidos con la otra persona. Sin embargo, hay que destacar que nuestra imaginación y las expectativas que nos creamos (realistas o no) actúan como forma de contacto y hacen que liberemos más oxitocina, provocando los mismos resultados.
La oxitocina también influye en los celos. Cuando estamos ante una situación que consideramos “una amenaza” descienden los niveles de oxitocina y aumentan los de cortisol, que hace que sintamos miedo, pánico y ansiedad.
- Serotonina: el neurotransmisor de la felicidad
Durante el enamoramiento la serotonina nos hace sentir felicidad simplemente por estar al lado de nuestra pareja. Pero, de nuevo al igual que ocurre con una droga, el cerebro se habitúa a la serotonina y cada vez quiere una dosis más grande. Por eso algunas personas buscan constantemente nuevos amantes o le demandan al actual cada vez más muestras de amor.
Si quieres mantener la serotonina alta te gustará saber que no hace falta que llegues a ese punto. Las experiencias y pensamientos positivos también aumentan los niveles de serotonina. Por el contrario, los pensamientos desagradables, las malas noticias, las preocupaciones y los enfados los hacen descender.
¿Y qué sucede cuando se apaga la hormona del amor?
Como habíamos comentado, estos neurotransmisores están asociados a potentes sistemas de recompensa y por eso nos hacen sentir tan bien. El problema viene si la relación se acaba, la otra persona empieza a alejarse o si nuestras expectativas no se cumplen. En ese momento los niveles de los compuestos químicos del enamoramiento pueden caer en picado, dejándonos en un estado de frustración, angustia y tristeza muy profundo.
Si eso ocurre, nuestro cerebro va a necesitar un tiempo para recuperarse y volver a sus niveles normales de químicos. Además, es fácil que el contacto con una ex-pareja reactive la liberación de neurotransmisores, volviendo a la pauta anterior. Es por eso que la mayoría de psicólogos recomiendan una terapia de contacto cero para superar una ruptura.
¿O cuándo confundimos las fórmulas químicas del amor y del enamoramiento?
También puede pasar que sigas queriendo a tu pareja pero que sientas que “ya no es lo mismo”. Y es que cuando el tsunami químico desciende, muchas veces se interpreta como una pérdida de amor. En realidad, lo que ocurre es que los receptores neuronales se han acostumbrado al enamoramiento químico. Pero hay que saber distinguir entre enamoramiento y amor. Mientras que el primero no es ni más ni menos que una serie de reacciones químicas, en el amor entran en juego más factores, como las creencias y los valores orientados al compromiso y la estabilidad en la pareja.
Resultados de la fórmula del amor: ¿Qué reacción es la mejor? ¿La química o la razón?
Nos guste o no, la química del amor domina gran parte de nuestras acciones. Pero aunque una persona nos haga estallar todo este cóctel de químicos seguimos teniendo cierto control sobre ello. Es importante ser conscientes de ello y romper con la creencia de que ante el enamoramiento nada se puede hacer. Muchas relaciones tóxicas siguen adelante porque “están enamorados” pero siempre podemos intervenir. Al fin y al cabo, somos seres racionales y podemos utilizar la razón para elegir lo que más nos conviene. Conocer las señales neuroquímicas, por muy confusas que sean, nos ayuda a manejar nuestras emociones.