08.09.2022 | Química y lifestyle
Ciencia y cine: una relación de amor-odio
¿La inteligencia artificial dominará el futuro? ¿Qué consecuencias pueden conllevar los experimentos genéticos? ¿Viviremos en otros planetas? Estas son algunas de las preguntas que se plantean los científicos y, a su vez, son utilizadas por directores de cine para convertirlas en el eje de su guion. Como resultado el cine y la ciencia se unen para atrapar al espectador dentro del género cinematográfico de la ciencia-ficción. Pero ¿realmente la ciencia de las películas se asemeja a la realidad científica?
El cine y la ciencia: películas sobre científicos
Mientras que la ciencia siempre ha despertado nuestra curiosidad por descubrir todo aquello desconocido, el cine ha logrado satisfacer esta necesidad dándonos la oportunidad de infiltrarnos dentro de laboratorios o sintiéndonos científicos aventureros.
En más de una ocasión, en las películas sobre científicos estos se han convertido en héroes. Por ejemplo, en la miniserie Chernóbil de HBO, que no solo narra cómo se produjo el desastre nuclear sino que también expone los esfuerzos de las personas que respondieron a él para salvar a Europa de unos daños aún mayores. Entre ellas, destaca Valery Legasov (especializado en química inorgánica, por cierto), como científico encargado de investigar el accidente, y Ulana Khomyuk, un personaje ficticio que representa al equipo de Legasov y visibiliza a la mujer como profesional de la ciencia.
Sin embargo, a lo largo de la historia del cine las películas sobre científicos también los han consolidado con el estereotipo de “científico loco”, “el hechicero”, en definitiva: el malo de la película. El riesgo de este estándar es que la gente vea a la ciencia como un peligro, interiorizando la imagen del científico loco riendo a carcajadas mientras trata de destruir el mundo.
Desde clásicos como Frankenstein a la más actual saga de Jurassic Park, donde los científicos desatan el miedo al resucitar dinosaurios desde el ADN de los mosquitos que chuparon su sangre y han quedado atrapados en ámbar, muchas veces las películas sobre científicos los hacen responsables de revivir a los monstruos dormidos de la sociedad. En los años cincuenta estos monstruos despertaban como consecuencia de ensayos nucleares, lo que reflejaba el temor creado por la Guerra Fría y los bombardeos atómicos. Desde los noventa, lo hacen debido a manipulaciones genéticas.
¿Ciencia real en el cine?
Como hemos comentado, son muchas las películas que, como punto de partida para desarrollar su trama, utilizan hechos científicos. Normalmente estos se adaptan para que funcionen en la gran pantalla y para ello o bien se exageran de forma que sea evidente para el espectador o bien transforman algunos matices para que pasen desapercibidos para la mayoría. ¡Vamos a ver un ejemplo!
Una de las sagas más famosas de la historia del cine es Star Wars. Si nos paramos a analizarla nos percatamos de que las batallas en el espacio tienen sonido. Claro está, una batalla espacial sin sonido sería tremendamente aburrida en comparación con una con sonido. Pero, si lo analizamos científicamente, es imposible.
En el espacio no hay aire, hay vacío. Por tanto, aunque haya muchas vibraciones no hay ningún transmisor que las transporte. Como conclusión, ni la explosión más grande generará ningún ruido.
No hay símbolo más característico de esta saga que los sables láser, pero lo cierto es que en realidad no pueden ser de láser. Un láser es un haz de luz que tiene una longitud infinita a menos que rebote contra una superficie. En caso de que la espada fuese real, los fotones viajarían por el espacio infinito hasta encontrar algún obstáculo.
La química en el cine
Desde que se realizaron las primeras películas, la química ha logrado conseguir efectos que, tras la pantalla, parecen magia. En este apartado vamos a ver cuáles son los productos químicos más utilizados en tus películas favoritas.
Productos químicos en el cine
El C-4 es un componente explosivo plástico que se utiliza en las películas para crear escenas con explosiones con una velocidad de detonación de unos 8.050 metros por segundo.
Otro ejemplo de producto químico utilizado en el cine es el óxido nitroso (N2O) es un gas volátil que consigue que el vehículo tenga una potencia extra. Este gas se acciona cuando el conductor lo desea y la sobrealimentación tan solo dura unos segundos. Funciona de tal manera que, cuando se libera, las partículas de hidrógeno se rompen, haciendo que se queme mayor cantidad de combustible y, en consecuencia, aumentar la potencia del motor.
En las películas el efecto producido por el óxido nitroso se exagera ya que, dependiendo del modelo de coche que tengas, puede incrementar como mucho entre 60 y 100 caballos.
Aunque hoy en día el efecto de la variedad de colores en el fuego se suele realizar a través de simulaciones computarizadas, siguen siendo muchos los directores de películas y, sobre todo, de teatros que lo consiguen con el principio químico. Lo que realmente sucede es una radiación electromagnética en forma de luz, que depende la longitud de onda de cada compuesto produce un color u otro.
En resumen, el cine y la ciencia han estado unidos a lo largo de su historia tanto para crear el hilo de la trama como para generar efectos especiales dentro de ellas. Cabe señalar que la imagen que el cine dé a la ciencia influirá en millones de personas.
Al fin y al cabo, el espectador no instruido en esta materia se acerca más a menudo a la información científica transmitida por las películas y series que por otros medios más especializados. Y como le dicen a otro superhéroe del cine (y del cómic) afectado por la ciencia: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.